No podemos empezar una casa por el tejado. Lo primero que debemos definir es por qué estamos aquí. Imagina que tu empresa es una persona de carne y hueso: ¿a qué ha venido a este mundo, a quiénes pretende ayudar y cómo lo hará? A esto lo llamarás tu misión y será de ahora en adelante el marco principal que definirá cómo harás las cosas en tu empresa.
Algunos autores y empresas deciden ser más o menos detallados con la misión, mencionando claramente el producto en cuestión o a quienes está dirigido. Sin embargo, creo que antes que nada la misión debe ser inspiradora: debe motivarte a ti y a tus equipos a entregar el mejor trabajo posible, y al mismo tiempo debe emocionar a tus clientes, convirtiéndolos en evangelizadores de tu marca.
Uno de los ejemplos de misión que personalmente me gusta mucho es la de Room Mate, una cadena de hoteles con una propuesta distinta. Basta con leer su sitio web:
“En Room Mate Hotels creamos espacios acogedores y diferentes. Todo el que nos visita se sorprende gratamente del diseño de nuestros hoteles, pero sobre todo, por el trato recibido, porque más que un cliente, para nosotros es nuestro “compañero”, nuestro “amigo”, nuestro “room mate”.
La misión de Room Mate no es realmente vender habitaciones, en cambio se acerca más a la experiencia de servicio y lo que quieren que sientas cuando contratas con ellos: ciertamente quieren ser tus compañeros de viaje y eso es precisamente una referencia clara de cómo deben funcionar las cosas dentro de su empresa.
Antes de continuar con todo lo demás, haz una pausa y asegúrate de comprender cuál es la verdadera misión de tu empresa. ¿Por qué y para qué tu negocio existe?
Una vez superado el punto anterior, nos ocupamos de definir la visión de nuestra empresa. La visión no es más que una proyección general de adonde queremos llegar en un horizonte de tiempo determinado. Personalmente, me gusta plantear un horizonte de 5 años, aunque generalmente se toma en cuenta un horizonte mayor. Tómate un tiempo y trata de visualizar como ves a tu empresa luego de 5 años. Es decir, dónde está posicionado tu negocio al cabo de ese periodo.
Normalmente las personas titubean mucho a la hora de plantear este tipo de ejercicios imaginarios de cara al futuro, pero debemos tener este punto tan claro como sea posible. Proponerte un objetivo y trazar un plan puede ser difícil pero más difícil aún es lograr algo que ni siquiera te has propuesto. Debemos tener una idea bien definida del camino por recorrer y cuál es la meta que perseguimos, o el día a día de la empresa se encargará de hacernos olvidar para qué estamos trabajando y qué queríamos lograr.
Es evidente que cuando hablamos de visión estamos dibujando frente a nosotros un gran objetivo que debe ser ambicioso, sin dejar de ser muy conciso. Por ejemplo, puedes plantearte ser líder del mercado español en fabricación de un producto específico, pero este objetivo no es lo suficientemente claro.
Considera añadir detalles concretos como la cuota de mercado que deseas alcanzar, el volumen de fabricación o ventas que deseas conseguir, el segmento de clientes que deseas capturar, la valoración de calidad que esperas recibir, etc. Cierra los ojos si es necesario, tal como si estuvieses meditando, haz este ejercicio de manera muy pausada y serena. ¿Cómo tu empresa está aportando valor al cliente en ese futuro ideal? ¿Qué te diferencia de los demás? Observa con detenimiento lo que has alcanzado en esos 5 años y cómo tu empresa ha evolucionado desde su estado actual para alcanzar esos objetivos.
Puede que tu negocio necesite más empleados, nuevos productos, diversificarse hacia otras áreas, entre otras cosas. Asegúrate de destacar hitos, metas y objetivos realmente significativos e importantes que a su vez permitan establecer rutas para alcanzarlos. No pongas obstáculos a tu imaginación, haz de cuenta que tenemos todo lo necesario para llegar adonde queremos estar.
En tercer lugar, y siguiendo los principios de negocios de cualquier gran empresa, debemos definir los valores que identifican nuestra marca. Cuando nos referimos a estos valores, hablamos de aquellos que realmente aportan un valor diferencial, aquellos que logran distinguirnos y crear una imagen reconocible de nosotros ante las personas. Un ejemplo interesante en España es Sanitas, una compañía de seguros médicos y cuyos valores son el cuidado, la humanidad, la confianza, el compromiso, la dedicación y la responsabilidad.
Como empresa, está en nosotros elegir y diseñar estrategias para posicionar ciertos valores por los cuales queremos ser reconocidos. El mercado y las personas en general deben ser capaces de identificar y conectar nuestra marca con dichos valores de forma natural y positiva. Para ello es importante que estos valores sean consistentes con nuestra misión y visión. En otras palabras, debemos mantener la coherencia entre nuestra forma de crear valor a los clientes y la forma en queremos que nuestra marca sea percibida. Siendo así, es comprensible que los valores asociados a una empresa relacionada con el sector de la salud incluyan ejemplos como humanidad o cuidado.
Todos estos conceptos son fundamentales para darle forma a nuestra empresa. Deberías considerar incluir a tu equipo de trabajo en la construcción de los mismos, logrando participación y sentido de pertenencia simultáneamente. Notarás que tus trabajadores se sentirán más comprometidos con estos ideales si ellos se sienten involucrados en su concepción. Al fin y al cabo, es más fácil creer en una filosofía que ha emanado de nosotros mismos de alguna forma.
Las empresas deben evolucionar y adaptarse si quieren seguir en el juego. Mantener una filosofía demasiado rígida, renuente al cambio, puede llevarte directo al fracaso. Tu misión, tu visión y tus valores pueden renovarse durante la vida de tu empresa, pero cuando los formules debes hacerlo pensando que tu empresa funcionará perpetuamente. ¿Cuándo has escuchado que alguien funda una empresa exitosa por sólo 5 o 10 años? Nada que ver, si ya lograste el éxito, no querrás interrumpirlo.
Por tanto, debes encontrar un punto medio entre lo que tu empresa es hoy y lo que será en el horizonte que has definido. Si proyectas demasiado hacia un futuro incierto será imposible convertir tu plan en acciones, no habrá modo de trazar una ruta que valga la pena seguir. Por el contrario, si restringes el alcance de tu proyecto, chocarás constantemente contra tus límites; te encontrarás confinado en un espacio sin saber hacia dónde debes crecer, cambiando constantemente de rumbo sin conseguir metas claras.